miércoles, 2 de octubre de 2013

Elefantitis.



Todas las mañanas que pertenecen y forman parte de la cuenta regresiva hacia fin de año, el mundo, dios, Alí Babá o quien sabe quién, libera una manada de elefantes gigantes que se posan sobre los humanos un minuto antes de que suene el despertador. Algunos científicos no tan agnósticos creen y certifican que el fenómeno ocurre a modo de venganza de parte de estos bichos gigantes por tantos años de maltrato y por haber usado sus espaldas a modo de carruaje para transportar personas y maletas pesadísimas. Como sea, el humano poseedor de este elefante sobre su espalda, al sonar el despertador, estira la mano con los ojos hinchados y todavía cerrados, la boca seca o muy babeada, y a través de manotasos secos logra desactivar la bomba que implica el comienzo del día, o el comienzo de su propio día, entonces cuando quiere levantarse siente ese enorme peso en su dorso que le impide hacer un mínimo movimiento, y es ahí cuando comienza la lucha entre el humano y el terco elefante que no está dispuesto a moverse ni medio centímetro. Como todo humano perseverante, lucha a través de palabras mentales, (porque los elefantes se comunican con nosotros por vía mental), diciéndole que por favor se quite dos segundos, que luego tendrá toda la cama para él solo. El elefante le comenta que su misión es permanecer en ese sitio hasta que se le dé la gana. A veces el humano desiste y el elefante le rocía un poco de polvo 'cinco minutos más' y se queda dormido. Cuando vuelve a abrir los ojos se da cuenta que pasaron treinta minutos y con una fuerza sobrenatural logra disipar el peso y saltar de la cama al mismo tiempo que el elefante se ríe en su propia cara. Ya de mal humor y apurado, el humano se viste y se va a hacer sus tareas sin siquiera tener la posibilidad de probar un bocado de lo que pudo haber sido un desayuno perfecto si ese mal llamado paquidermo no hubiera sido tan obediente de ejercer a la perfección su tarea engorrosa arruina mañanas.
Pero si lo evaluamos desde una visión panorámica, y comparamos la vida de otros humanos en relación a estos mamíferos placentarios, quizá nos demos cuenta que poseer uno solo es una gracia divina. Hay humanos que poseen sobre sus espaldas una familia entera de elefantes, humanos que se levantan con un papá elefante, una mamá elefante y uno o dos hijos elefantitos; esos humanos son los que más sufren, porque acarrear con uno ya es trabajoso, pero al fin y al cabo uno puede desviar el peso y conseguir levantarse de la cama, tarde, pero seguro, al contrario de estos pobres bípedos que se levantan con toda una manada es su espalda, donde casi la totalidad no logra sacar ventaja ante la lucha y queda postrado en su manantial de sábanas doradas por el polvo 'cinco minutos más', dejando de lado todas las tareas previstas para esa mañana para unas cuatro o cinco horas más tarde. A estas familias de gigantes se las suele premiar con más polvos con más graduaciones temporarias para que sus trabajos sean ejercidos con mayor eficacia, lo que genera un trastorno para el humano que conviva con ellos. Ni hablar si esa manada se encuentra en el periodo reproductivo.
Ahora yo quisiera cortar la calle Colón, a la altura en que cruza con General Paz y generar una manifestación, pidiéndole a quien sea que corresponda, que verifique la idea de poder mandar a estos elefantes un poco antes del sonido catastrófico del despertador, quizá podrían mandarlos, como sugerencia, en el momento en que decidimos que el día ha terminado y apoyamos nuestras cabezas en la almohada. De esta forma ellos llegarían para asegurarse de que los humanos no suframos de insomnio ni de ninguna patología relacionada con las horas de sueño, y así cumplido su trabajo podrían despedirse de nuestras espaldas justo en el momento en que se escuche la señal acústica de la mañana. Así su trabajo sería más certero y menos trágico para nuestras obligaciones cotidianas.
Yo no sé con quien habrá que hablar para cambiar esta modalidad que comienza a ejercerse en cierta época del año, esa época en la que necesitamos tener los radares más atentos y no más dormidos como plantea este universo. Espero que el día que se extingan estos elefantes voladores no caiga sobre nosotros la venganza de los caballos de carga, reemplazando la vieja tarea de los mamíferos que alguna vez sostuvieron el mundo.

Por lo pronto, los que quieran sumarse a la manifestación pueden contar conmigo ineludiblemente, solo deben venir a sacar esta horda de familias que tengo en la espalda  que hace cuatro días que no me deja levantar.

sábado, 3 de agosto de 2013

Aimer poudre.



Un fuerte dolor en el pecho acusa aquel frío calando los huesos, será la artritis en el corazón que en cada latido desgrana el músculo en polvo olor a fin, no tiene significativos precedentes y aún así me arremango la piel y lo aúno en un pequeño receptáculo agrietado, ya casi repleto. No te preocupes por favor, cuando esté abarrotado de cenizas te lo cederé, al fin y al cabo siempre te perteneció, el corazón (o sus restos en polvo) y su congruente dolor. Te propongo rearmarlo, por consideración, o por egoísmo, eso te impulsa mas, el egoísmo de liberar culpas, el pasaporte y la reserva del espacio divino. Mejor no te arriesgues ni desgastes, te brota fuego de los pies, insensibilidad de los ojos, cuernos de los pelos, y aún así, incomprensible e incompleto no se odiarte.
Ya no interesa si no seré yo quien se levante con tu perfume en el cuerpo,
si no seré yo quien se acueste en tus plumas, en tu mundo rosa,
si no seré yo quien te sonría cada mañana,  
si no seré yo quien te diga en el oído cuanto te he extrañado, 
si no seré yo la que te invente cuentos solo para verte reír, 
si no seré yo la que te abrace cuando duelas, 
ni mucho menos si seré la que engendre la dulzura de nuestro amor en mi vientre.
Ya no importa porque ya es tarde. El sol se desvaneció en el horizonte cuando te conocí, como si Dios mismo supiera que no habría luz para nosotros, o como si nos brindara oscuridad para nunca vernos los rostros, para nunca mirarnos a los ojos, para andar como dos ciegos que solo se aprecian por lo que tocan, por lo que escuchan, por lo que huelen, por lo que sienten. 
De pronto un día de luz comenzaste a ponerte cada vez mas rígido, tus expresiones mas duras, tu piel asemejándose a la arcilla seca volviendo al estado en el que estabas minutos antes de respirar vida. Toqué tu rostro y se desarmó tu mejilla, luego tu nariz, tus labios hasta que terminaste siendo polvo, como una casa muy grande y muy vieja que cae porque sus paredes no soportan el peso del techo. Dejaste desperdigadas por el aire todas tus cenizas, me empape las manos de ellas y las implante en mi corazón, y quizá por vez primera fuimos uno los dos. Luego me tocó a mí, mas lento y dolorosamente, órgano por órgano, comenzando por el de la vida, el que te regalé en la oscuridad y el que te regalaré de nuevo cuando este completo mi desvanecer, así podrás rearmarte y tener un poco de mi. Permíteme al menos dejarte una marca, por si alguna vez te quedas sin historias que contarles a tus descendientes y creas conveniente recurrir a ese trocito de polvo olvidado en el vacío de tu pecho, que la nostalgia te inunde y puedas hablar de mi con pena por haberme olvidado o con alegría de haberme recordado. Yo podría decir lo mismo de vos, pero se que nuestra historia quedará escrita en mi memoria hasta el día en que tu muerte me devuelva a la vida, pues solo así lograré el olvido.

J'espère que vous pouvez pardonner mon excès d'amour...

lunes, 20 de mayo de 2013

Une image est déformée de l'autre côté du miroir.



Una vez mas te veo venir, con la cabeza gacha y ese andar tan tuyo. Te detienes frete a mi y tus ojos azules me van descubriendo paulatinamente desde abajo hacia arriba. Traes con vos tus te amo de juguete y das la señal como un potrillo a punto de relinchar, es hora de volver a jugar. Pero que clase de peón elegí ser, que jodida resulté ser. El triste peón con aspiraciones de reina. Para, dejate de joder, yo no quiero jugar, ni a esto ni a nada. Esto no es lo que dijiste , y si lo fuera, es la clase de diversión que tiene todo lo que no me divierte, todo lo insano, demente e inmundo de los juegos que desprecio. Vos sos todo lo que nunca quise, y aun así, te amo.
No obstante seguís ahí mirándome, con la misma mirada con la que los viejos miran a los niños, con los ojos agrietados, iluminados, contemplando el exceso de vida que les recuerda la poca que les queda a ellos. Te entiendo, créeme, así de fascinante soy cuando me siento atraída por tus ojos azules claros, clarísimos. Pensándolo bien son celestes, pero tan profundos que pareces azules y tan tristes que parecen estrechos, y encima me miran y se encienden. Definitivamente no quiero jugar. No debo, aunque me muerda los labios amargos, urgentes, desesperados. Cuanto te amo.
Aún me retumba el adiós en los oídos. No se si mencionaste algo antes o después, seguro que si, sos un parlanchín de esos que dialogan hasta por los codos para no quedar mal, de esos que se llenan la boca con excusas para no inculparse luego, para ser un poco mas in imputables, pero ya lo dijo Cortazar "las excusas son errores bien vestidos" .
 En mi entrecejo ya está  tu rostro labrado, sos todo imputable, desde los besos y las caricias hasta el adiós . Puta, no me lo saco mas de la memoria, ni una cosa ni la otra. Aunque a los besos ya no los recuerdo, pero ese adiós me tortura y desde ese día, el de su repentina aparición, estoy corriendo para que no me alcance nunca, pero hoy... hoy me detuve y miré hacia atrás con la esperanza de que ya se hubiera esfumado, pero no, sigue ahí y admito que no me sorprendió. Sigue ahí tan pegado como si nunca hubiese avanzado ni dos pasos. Se apoya en mi espalda y me roza, respira en mi oído y lo siento tan entero, tan tangible sobre mi piel; descansa sobre mi, y entonces se achica, se hace pelota, se trepa a mi lomo, me abraza y me acompaña toscamente en mi andar. 

miércoles, 17 de abril de 2013

Volver.




Si alguna vez decides volver, 
y esperas cruzar el puente que construimos, 

a través de nuestras grandes diferencias, 
y resuelves esperarme a la mitad,

te advierto, 
no vuelvas,

no voy a caminar mas de lo ya caminado. 
Si alguna vez decides volver 
deberás cruzar el puente entero vos solo
y rezar en tu andar
para que yo este en la otra punta 
esperándote.


martes, 2 de abril de 2013

Dernier.



La luz penetra por los espacios entreabiertos de la persiana, ilumina con intensidad mis ojos, y te veo, me siento en la cama, apoyo los pies lentamente sobre el suelo de parquet y te veo, me paro y voy al baño, abro la canilla de la ducha y dejo que el agua caiga suavemente sobre mi cuerpo, te veo.
Me cambio, voy a la cocina y preparo el desayuno, un té, una tostada que muerdo, larga su clásico ruido y te veo.
Me miro en el espejo, me peino, maquillo las lágrimas y te veo.
Paso el umbral de la puerta, bajo por el ascensor, saludo al portero y te veo. Camino la mañana fresca, transito por el manantial de calles tempestivas rodeadas de autos y personas que te ven, tal cual como te veo yo.
El sol se esconde tras unas gordas nubes grises que me recuerdan donde fue que perdí mi paraguas y te veo. Recorro la ciudad, hablo con la gente, termino trámites, asisto a clases y te veo. Se hace tarde y el sol que sigue escondido se despide lentamente por allá lejos, tímido y colorado. El frio me sonroja la nariz, te veo.
Camino hasta la parada del colectivo, la espera me impacienta y cada vez hace más y más  frío, el abrigo se torna ineficiente. Me subo al fin, mi transporte llegó, saludo al chofer. Sentado en un asiento de por ahí te veo, me paro al lado tuyo, que importa cuántos asientos hay vacíos. Te haces el tonto y no me miras, yo te miro fijo no tengo miedo. Transitamos baches y lomadas mientras vos te escondes detrás de un mechón de pelo que recae sobre tu frente para sentirte seguro, pero te veo igual que siempre. De pronto te paras y quedamos cara a cara, no me inmuto, me miras por fin, me pedís ‘permiso por favor’ entonces me corro y pasas. Te bajas del colectivo y te veo por allá, perdiéndote en el fondo de  las calles, las casas y las cosas, pero te veo a medida que se distorsiona la imagen y vas desapareciendo de a poquito. Ya no te veo y me bajo del colectivo, camino hasta mi casa, subo el ascensor, el portero no me ve. Paso el umbral de mi puerta y no te veo, me miro al espejo, me quito el maquillaje con un suave algodón y no te veo, me siento en la mesa, ceno un poco de arroz blanco con limón, bebo agua y no te veo. Voy al baño, cepillo mis dientes, me lavo la cara, me desvisto, me pongo el pijama y no estás ahí. Me saco las pantuflas, apoyo los pies sobre el parquet, destiendo la cama, apago la luz e introduzco suavemente los pies entre las telas, me acuesto, miro a mi derecha y definitivamente ya no estas ahí.

sábado, 2 de marzo de 2013

De dolencias.



El dolor que sacaron tus caricias aquella vez, hoy se muestran como marcas de rasguños sobre mi cuarteada piel, dijo y se desmoronó sobre un suelo inundado en lágrimas. 
¿Hasta dónde se soporta el dolor, hacia dónde nos conduce la pena mas amarga de todas?, a la soledad incondicional quizá. ¿Por cuanto tiempo se deberá llevar el luto bajo los ropajes?, estar vestidos ya es luto. 
Una odisea de nunca acabar, es así que las penas conviven con uno mismo hasta la muerte, o siguen aún después de eso, ¿no son acaso las almas en pena las encargadas de demostrarlo?. 
Si duele es porque hay vida, dicen, si no duele es por costumbre ¿o por que ya no hay vida?. 
No. 
La puerta esta abajo a la derecha, es pequeña y estrecha. 
No paso, o paso a medias.  
Dejo medio cuerpo a mitad de camino. 
¿Que lado del cuerpo me llevé? 
¿La mitad donde estaba el corazón o la mitad vacía?. 
Si no siento nada... ¿es porque ya me acostumbré o porque ya no hay vida?. 

miércoles, 20 de febrero de 2013

Mi Princesita.



Si hubieras aprendido el castellano podría haberte dicho en palabras cuanto te amé; si supieras entender mis gestos hubieras sabido lo mucho que me gustaba ver la luna en tu compañía; si yo hubiera tenido un poquito de la mente felina, hubiera sabido que me pedías en cada maullido. 
 Podría decirte lo mucho que voy a extrañar tus lamidas secas y rasposas, el ruidito cascabelero sonante en tu caminar, el aroma de tu comida, la textura de tu pelaje,tus ojos... grandes ojos amarillos dorados, mirándome en contraste con tu pelaje negro brillante, tu elegancia al pasar, la sensualidad de tu caminar. Pero no, la vida no te quiso eterna, te llevó cuando se dio cuenta que tu plazo fue mucho, tu lucidez demasiada, tu amor, ese si que fue incondicional.
Si hubieras aprendido el castellano, o el francés, italiano, griego  portugués, cualquiera sea lo hubiera aprendido para poderte describir con palabras lo mucho que te amé y lo que duele que ahora solo seas un recuerdo en mi mente.

Justo.



Justo dejamos de estar juntos cuando empiezan los días fríos, en los que nos toca acurrucarnos bajo tu cubrecamas de plumas y charlar por horas, reír y besar.

Justo nos dejamos cuando a mi me empezaba a gustar el café y a vos el té.
Justo nos dejamos cuando estaba aprendiendo a cocinarte las comidas que no te dan alergia.
Justo nos dejamos cuando estaba comenzando a acostumbrarme a tus horarios, tus tiempos de silencio, tus horas de serie.
Justo nos dejamos cuando de repente entendí todos tus miedos y me preparaba para ayudarte a enfrentarlos.
Justo nos dejamos cuando comenzaba a aceptarme enamorada.
Justo nos dejamos cuando empezaba a proyectar y armar mi vida a tu lado.
Justo nos dejamos cuando comprendía eso que los poetas y los sabios llaman amor.
Justo nos dejamos cuando descubría que no se puede amar mas, porque no hay mas.
Justo, justito en ese momento en el que me decías adiós yo estaba entendiendo lo bueno de vivir, lo lindo de respirarte, lo suave de tus labios, lo triste de tus ojos, lo maravilloso de tus manos.

Justo, cuando nada parece menos justo que tu adiós.


martes, 12 de febrero de 2013

A la sombra.



Ya te hice fuego, te hice viento, te hice amor, te hice cenizas; ya fuiste volcán y manantial al mismo tiempo, ya fuiste halcón, león y serpiente... ya fuiste. 
A la sombra una puerta entreabierta trae detrás otras puertas entreabiertas, otros destinos, otros pasajes y otras vidas. Cuando la llave se pierde, se va con ella todo porvenir dejado de lado, ese porvenir que hoy necesito. Ya no recuerdo donde buscar. Ya no quiero buscar. 
Deje atrás todo un laberinto de palabras dichas y no dichas, hechas polvo por el desgaste natural de las cosas. Ya no duele ni en el fondo, es mas bien una molestia, como una urticaria sin tratamiento, solo cesa con el tiempo y algún que otro antibiótico.
Desaparece todo y aparece algo nuevo, una luz al final del camino que no implica la muerte, que me hace feliz sin un porque en especial, donde el ardor se va y las heridas se curan... ¿cicatrices? de esas las tengo de todo tipo y color, son las que me recuerda que aún sigo viva, viva y mas fuerte porque me supero y superarme me hace parte del canon de la resurrección continua. Nazco, vivo, amo, muero y resucito con el sol.

miércoles, 6 de febrero de 2013

Blanchâtre



Acaricio tu foto y siento la textura de tus labios en la yema de mis dedos, el contorno de tu nariz, la suavidad de tu frente, el relieve tu barba. Conversamos, me pedís perdón, te pido perdón. Hablamos largas horas de nuestros proyectos, de como serán los ojos de nuestros hijos, los labios, la nariz. Diseñamos nuestra casa, con lujos y bibliotecas enormes llenas de libros de Borges, Cortazar, Poe, Cáseres... y los tuyos claro, Busqued, Rozitchner, Brasca y el que compartimos Galeano. Me hablas de tus penas, aunque ya las conozca, te hablo de mis penas, aunque ya las sepas. Hablamos de lo mismo de siempre, pero con mas dulzura, vos me escuchas y por primera vez me preguntas los porque de cada cosa; buscamos soluciones para lo tuyo y lo mio, buscamos soluciones graciosas, nos reímos, nos duele la panza y la risa nos ahoga, ya casi no puedo respirar, vos te aprovechas y me das un beso, yo sonrío con ternura porque te amo, y amo que me sorprendas con tus besos y te amo mas y mas y mas y el amor que siento dentro se hace tan insostenible para mi cuerpo que sale por mis ojos a través de lágrimas, pasan por mi mejilla y se desarman en mi boca, cierro los ojos y las pruebo, son dulces como un licor.
Abro los ojos y todo es blanco, no hay tiempo ni espacio, tu foto aparece en el suelo como saludando, estás sonriendo y te levanto, te apoyo en mi pecho y luego te beso, sigo derramando licor por mis ojos. Camino y no llego a ningún lado, pareciera estar siempre en el mismo lugar. Estancada. No hay atajos, ni caminos, ni nada. Miro hacia arriba, blanco, miro hacia abajo, blanco, los costados, blanco, blanco, blanco, blanco. Acá Dios creó el universo, no hay otra explicación, tanto amor me transformo en Dios, soy ama y señora de todo este cubo blanco, nadie me dice que hacer. Vuelvo a mirar tu foto y tus ojos me dicen que te ame, solo ellos dispersan ordenes sobre mi cuerpo, solo ellos rigen mi alma.
Giro a la derecha, una puerta blanca, no lo dudo y la abro, un espejo muestra mi imagen. Soy yo vestida con un camisón blanco y largo hasta el piso, mi pelo llega hasta mi cintura, es blanco y lacio, mi rostro pálido y arrugado, parezco 50 años mas grande. La imagen comienza a distorsionarse y apareces vos, riendo y cantando, muchos amigos te rodean, te veo feliz y ya no hay dolor en tu cuerpo. Intento acariciarte y mi mano traspasa el espejo y caigo redonda dentro de tu habitación, te encuentro dormido en tu cama suspirando paz, acaricio tus labios y siento su textura con la yema de mis dedos, el contorno de tu nariz, la suavidad de tu frente, el relieve de tu barba. Te beso y dejo la foto en tu mesa de noche, te acaricio por ultima vez al mismo tiempo que mi mano comienza a desintegrarse, desaparece de a poco todo mi cuerpo y abrís los ojos cuando solo queda mi rostro en el aire, alcanzo a decir 'te amo' y un destello de luz consume todo, todo, todo.

miércoles, 30 de enero de 2013

Pleurs.


Se desgrana el hielo de tus ojos;
cae derramado sobre tu mejilla
un trozo cristalino de iris,
se deshace en tu boca,
escurre por tu mentón
y cae al piso
salpicando las paredes
con un sonoro latido
que declara
el fin...

domingo, 20 de enero de 2013

Desde el lunes las bancas de la esquina serán ocupadas de dolor y nostalgia, allí alguien las abandonó.



A medida que pasaban las horas de sueño se daba cuenta inconscientemente que el día siguiente iba a ser una día complicado. Se levantó llorando, ya sabía que iba a ser así; lloró un rato largo sentada  con los pies colgando sobre el borde de la cama, sopló su nariz, secó sus lágrimas y se alentó a hacer todo más temprano de lo planeado. Con pocas horas de sueño en el cuerpo comenzó a vestirse para luego partir.
Al llegar al lugar las caras largas eran cotidianas, pero esta era la primera vez que le sonreían y hasta parecían apiadarse de ella aquellas personas, de igual manera de sus bocas salían frases desalentadoras que parecían hacer imposible su cometido. La mandaron de un lugar a otro, a hablar con tal y luego con aquél y al final le dijeron que volviera el lunes siguiente. En ese momento ya no importaba, en realidad hacía ya tiempo que no importaba, desde luego el único motivo de llegar a aquel nostálgico lugar era otro, es entonces que su trámite duro menos de cinco minutos pero quería permanecer en ese sitio por un rato más. Caminó por los alrededores, preguntó la hora en que habría el banco, compró un encendedor en el kiosco de al lado  y debe haber pasado unas siete u ocho veces por la puerta del deteriorado y viejo edificio de en frente esperando que él se asomara y de lejos aunque sea la reconozca, y así cruzar unos mínimos segundos sus miradas que dirían mas que su boca en toda la vida, pero sabía que era muy poco posible. Decidió alejarse un poco más y reposar sobre unas bancas que estaban casi llegando a la esquina, pensar quizá un plan para entrar allí y que ocurriera algún milagro. Siempre le parecieron un tanto románticos esos asientos, nunca se sentaron juntos en una, nunca fueron románticos. Miró el reloj por quinta vez y solo habían pasado tres minutos. Se levantó, se dirigió al banco e hizo un par de preguntas que le contestaron con bastante seriedad, volvió al kiosco, compró otro encendedor, otros tres minutos más. Pensó que quizá si las cosas salían como lo esperaba para el lunes siguiente ya no volvería a saber nada de él y esta podía ser su última posibilidad. Tomó coraje, se dirigió hacia la puerta del lugar y recordó que no tenía nada que decir, dio media vuelta y pensó en caminar cerca de la ventana principal, que de seguro de ahí podía ver algo, pero debía pasar a una distancia prudente, muy cerca sería notorio, muy lejos sería una excursión ineficiente. Rodeó el lugar, caminó cerca de las ventanas, pero no miró, no se animo, si miraba y no estaba había gastado casi 20 minutos de su vida en nada; si miraba y estaba podía romperse su alma en miles de pedazos, de todas formas no quiso arriesgar. Cruzó la zona mirando el reloj, mirando hacia cualquier lado menos donde quería, dobló en la esquina y aprovechó para hacerle unas averiguaciones a su vecina en el edificio continuo. En aquel lugar nadie contestó, pero había cientos de notas pegadas en los ventanales con las respuestas a todas las preguntas que se le ocurrieran a uno, definitivamente es una buena forma de ahorrarse tiempo trabajando. Comenzó a darse cuenta que debía regresar hacia la calle principal para encontrar un transporte que la devolviera a su hogar, necesariamente debía volver a pasar por la casona mas horrible del mundo que contenía la cosa mas hermosa del mismo mundo. Volvió a hacer el recorrido a la inversa, pero esta vez se dirigía hacia las bancas de las esquina nuevamente, de esta forma pasaba un poco mas lejos de aquellas ventanas; se frustro un poco mas y se avergonzó un poco menos. Caminó y se acercó a ella un perfume muy parecido al de su cuerpo, su corazón comenzó a latir mas lento y vigoroso, recordó la primera vez que lo miró, la segunda, la tercera, y la cuarta por supuesto, en esa se enamoró. Un golpe de viento le hizo girar la cabeza hacia la ventana principal del horrendo lugar y en unos pocos segundos pudo verlo, de perfil, lucía mas delgado que de costumbre, mas alto y mas hermoso; se le llenaron los ojos de lágrimas, su corazón se partió por infinita vez. No llegaron a cruzar miradas, o no estaba muy segura de eso, porque en el momento que giró su cabeza en su dirección, ella la giró hacia su destino, las celestiales bancas, que en ese momento parecían verse como los asientos del infinito paraíso en las que necesitaba desmayarse y relajar su cuerpo lleno de dolor alegre. Sabe que la vio, sabe que buscó hacerlo y sabe además que fue la última vez. Para el lunes siguiente, la horrible casona que yacía como un viejo velatorio, ardió en llamas donde todos sus recuerdos y todos sus muertos volaron en cenizas por el largo cielo inundado de un alba naranja, resplandeciente por el fuego y ennegrecido por la escoria. Nunca más pudo ver ni de lejos una sombra de él.